Un acercamiento a la vida reptil
Conviví de cerca con un sinfín de reptiles y arácnidos en Juayúa, uno de los pueblos emblemáticos de Sonsonate.
Se trata de Reptilandia, un lugar exótico que se ha convertido en el santuario de reptiles, cuyo concepto es único en la zona. Esta idea surgió por la pasión que siente su propietario, Carlos Velasco, por estos animales desde hace siete años, cuando por primera vez tuvo su primer encuentro cercano con una Boa Constrictora Emperador, popularmente conocida en nuestro país como “Masacuata”.
Esta serpiente nativa es un ejemplar que forma parte de la galería de animales. Gracias a su pasión por estos reptiles, el propietario se animó a gestionar la adquisición de nuevas especies para su serpentario, siendo las tiendas de animales exóticos de Los Estados Unidos su único y actual proveedor.
Reptilandia cuenta con más de 15 especies diferentes de reptiles y arácnidos como tarántulas, escorpiones, ranas, camaleones, iguanas y, por supuesto, serpientes venenosas y constrictoras, siendo de las más vistas por los turistas.
El local de la exhibición se encuentra en la Avenida Presbítero José Luis Martínez, media cuadra al norte de la iglesia del Cristo Negro, en Juayúa, Sonsonate.
Los amantes de estas especies podrán disfrutar de un recorrido a un cómodo precio, pues la entrada es de 1 dólar para adultos, de 0.50 centavos para los niños y 0.25 centavos para estudiantes con carné.La intención de Reptilandia es que además de generar turismo, lo más importante es que las personas conozcan un poco sobre la vida de los ejemplares para eliminar los estigmas culturales que rodean a estos animales. Así, los que hacen posible este proyecto apoyan la idea de que se debe erradicar el contrabando de especies nativas o foráneas, para evitar el maltrato a estos animales exóticos.
Disfrute de un ambiente agradable, una experiencia distinta y, sobre todo, de un hábitat distinto, rodeado de serpientes, tarántulas y muchos especímenes más.
Juayúa es un pueblo precolombino pipil. Para el año 1550 se estimó su población en unos 300 habitantes, y para 1577 fue pueblo de catequización de los franciscanos radicados de Sonsonate. Hacia finales del siglo XVI, los religiosos plantaron una imagen similar al Cristo Negro de Esquipulas, y fue allí donde erigieron la primera ermita de lo que sería la Iglesia de Santa Lucía.
Pedro Cortés y Larraz, en el año 1770, expuso que Juayúa pertenecía a la parroquia de Apaneca, y tenía una población de 526 personas. El poblado fue parte de la Alcaldía Mayor de Sonsonate durante la época de colonización española y, con la proclamación de la Independencia Centroamericana en 1821, sus pobladores se pronunciaron a favor de la incorporación al Estado de El Salvador en noviembre de 1823. El departamento de Sonsonate se estableció el 12 de junio de 1824, con Juayúa como parte del territorio.
Entre los años 1838 o 1839, algunas familias del poblado empezaron a cultivar café. En un informe del año 1859, existe una descripción de sus habitantes y la agricultura de ese tiempo:
Juayúa obtuvo el título de villa el 13 de febrero de 1877, pero su nombre en ese entonces era El Progreso. Gracias al cultivo del café, se había convertido en una próspera y pintoresca localidad. Para 1890 su población ascendía a 3.980 habitantes, y uno de sus logros era la dotación de agua potable desde el Cerro Los Naranjos.
A inicios del siglo XX, los pobladores de la villa El Progreso solicitaron el cambio del nombre de la localidad, así como el otorgamiento del título de ciudad ante las autoridades gubernamentales. De esta manera, el 1 de mayo de 1906, por medio de Decreto Legislativo, la petición fue aceptada y pasó nuevamente a ser conocida como Juayúa, y obtuvo además el rango de ciudad. Por otro lado, para ese tiempo era conocida como la "ciudad de los limeros", por la abundancia de ese fruto en los patios y traspatios de las viviendas.2